lunes, 20 de mayo de 2013

Días de kimono y rosas



"¡¿Hola?! ¿Hay alguien en casa?"

En un silencio como respuesta, las llaves enmudecieron sobre el mueble y de camino a la habitación, miré hacia un lado y hacia otro por si Él estaba en casa (a veces, se esconde y me sorprende con sus índices en mi cintura... para hacerme reír y rabiar, básicamente) y tras un par de "¡Holaaaaaaas!" lanzados a la nada en el umbral del dormitorio, ahí estaba... Grande, blanca, cerrada y con una nota con su letra...




"Ábrela. Vaaaaaa... ¡No te entretengas leyendo la nota! ... Como sé que estas pequeñas cosas te pirran (y que primero leerás para intentar descubrir de qué se trata antes de abrir...), te diré que nada más verlo supe que era para tí.

Ahora, ábrela... Te encantará.



Pd. Besos. Cuando llegue quiero vértelo puesto, ¿sí? "



Me faltaron manos para deshacer el lazo que lo cerraba, abrí la tapa y... Ahí estaba. Un maravilloso, suave y precioso kimono rojo de flores... Y era mío. La explosión primaveral de la Sakura reencarnada en la seda que sostenía entre mis manos, que vestía, rozaba, acariciaba mi piel...

Ese tacto es indescriptible, delicado, sensual, bello... Y es mío.

Siempre me ha fascinado esta prenda... Quizás porque de pequeña me llamaban "muñequita de porcelana" y decían que tenía pies de japonesita, o por tener una marcada sensibilidad hacia los pequeños detalles y todo aquello aparentemente nimio, aquellas cosas escondidas llenas de gran belleza y esencia. O porque hay una geisha escondida en mí… Me encojo de hombros porque desconozco el motivo de este encanto nipón.

Me encantan. Me subliman. Me enamoran. Porque son suaves, delicados y sensuales, para sentirlos en la piel con su agradable tacto y, porque su forma recuerda a una mariposa.

... "¿Holaaaaaaaa? ¿Hay alguien en casa?!"...

En un silencio, mi kimono y yo por respuesta...




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